Se apagan las luces, un susurro sordo impregna la atmósfera y la tenue iluminación dibuja el perfil de los desarraigados, la escoria de la sociedad, 'LOS MISERABLES'... El público se mueve inquieto cuando el murmullo sube de tono y se convierte en una plegaria:
“Piedad, piedad, aquí te quedarás
Piedad, piedad, aquí te morirás”
Del ruego nace el lamento, pero ¿acaso merecen los proscritos, los presos, los indignos levantar la voz?... El restallar del látigo nos da la respuesta.
“Piedad, piedad, aquí te quedarás
Piedad, Señor, ya déjame morir
Piedad, piedad, esclavo morirás”